La doctrina del Shock, Naomi Klein

martes, 29 de abril de 2008

Entrevista con Naomi Klein, en Chile: 'La gente se cansa de gobiernos centro izquierda y sin coraje para cambios'

29 de Abril de 2008

Entrevista con Naomi Klein:
'La gente se cansa de gobiernos centro izquierda y sin coraje para cambios'
Del Golpe en Chile en 1973, pasando por las Torres Gemelas y llegando hasta Irak y Guantánamo. Un hilo de continuidad invisible pero sólido, que se puede resumir en el shock: ese puñetazo de recetas neoliberales que promete libertad pero exige torturas. Esa es la tesis del libro que la superventas anti-globalización presenta en nuestro país por estos días.

Un “interesante primer día en Chile” tuvo Naomi Klein. El pasado domingo visitó Villa Grimaldi y se entrevistó con la familia de Orlando Letelier, material que formará parte del documental inspirado en su reciente libro “La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre”, y que realiza junto a los creadores del filme “Road to Guantánamo”, Mat Whitecross y Michael Winterbottom.

Este es un libro que partió siendo una cosa y terminó siendo otra, según cuenta Klein. “El libro que terminé escribiendo no es el libro que empecé a escribir”, dice. Inicialmente quería hablar sobre el desastre del capitalismo a partir de los casos de Irak, el huracán Katrina y el tsunami asiático. “La tesis del libro era que la ideología partió muy violentamente en el Cono Sur y ahora ha vuelto a estos métodos duros con Irak usando el shock y sus terapias, como la tortura”, cuenta.

Pero el libro fue cambiando a medida que la autora encontró cada vez más ejemplos que confirmaban su tesis, hasta que en cierto punto “se volvió la historia de los Chicago Boys, simplemente porque aparecían todo el tiempo, inesperadamente”, ríe Klein. A diferencia de su anterior libro, “No Logo”, en que tenía un esbozo definido, en “La doctrina del shock no había ningún lineamiento muy claro, por lo que la investigación duró más tiempo del presupuestado. Un año y medio más. “Fue un proceso caótico”, dice la canadiense.

El resultado es una enorme indagación en torno a casos paradójicamente similares. Una especie de patrón que se repite cada vez que un país enfrenta una crisis, ya sea política, económica, o un desastre natural que deje la moral –y las precauciones- de la gente por los suelos. Chile, Argentina, Uruguay, Brasil, Bolivia, Polonia, Rusia y varias naciones más son ejemplos de ello.

Es ahí cuando el neoliberalismo hace su intervención. Aprovechando golpes de Estado, boeings chocando contra las Torres Gemelas u olas de proporciones, la teoría del laissez faire de Milton Friedman hace su aparición y se vuelve una práctica, anulando restricciones arancelarias, impulsando privatizaciones y eliminando beneficios sociales. Se implanta entonces, así, sin que muchos lo noten, el libre mercado.

Ahora: ¿por qué este nuevo modelo entra tan desapercibidamente en un país? Naomi Klein explica esto basada en la teoría del shock. Es decir, que los grandes golpes económicos nunca van solos. Siempre serán acompañados de refinadas técnicas de “persuasión”, llámese torturas, desapariciones y temor popularizado. Fórmulas especialmente diseñadas para extraer ciertos elementos de la sociedad que se resisten a estas nuevas políticas económicas.

“Si un país está muriendo, el país tiene una enfermedad terminal. Entonces no importa qué tratamiento le prescribas, le estás salvando la vida, aunque sea doloroso”, explica Klein.

Los jaguares en la mira

“La historia del neoliberalismo está contada por los vencedores, por los neoliberales, por lo que es más marketing que historia y hay muchas distorsiones en ella”, dice Klein, quien denuncia una enorme manipulación histórica que nos ha llevado a pensar incluso que la intervención de los Chicago Boys en Chile no fue efectiva hasta 1975. “Pero el registro histórico dice otra cosa” afirma, apoyándose en su investigación, donde denuncia que los mentados economistas constituyeron una mitad clave de los planes golpistas locales.

“Esta es nuestra historia contemporánea, nuestro presente, y creo que necesitamos un poco más de perspectiva para ver algunos de estos patrones”, asegura Klein, agregando que “este libro realmente es un ejercicio de reconocer e identificar un patrón o táctica, es ahí cuando comienzas a verlo. El punto es que es sólo un patrón”.

Es así como hasta en casos que parecen tan diametralmente distintos –y distantes- como Chile e Irak, Klein localiza semejanzas. Porque el mismo triple shock que se dio en este país, con las radicales reformas económicas, el nuevo régimen político dictatorial y la sistematización de la tortura, es visible también en Irak.

“En Irak tienes este triple shock”, dice Klein. “En el ataque –estadounidense-, que pretende preparar el terreno para la terapia de shock económico, que es el programa más radical impulsado jamás, con cientos de leyes nuevas, todo de una vez. Cuando eso no funcionó, Irak se rebeló y resistió. Ahí los iraquíes fueron arrestados y la tortura se hizo sistemática”.

La diferencia radica en que en Irak la violencia se usó como una forma de disciplinar a la sociedad, pero no funcionó. “Ninguna de estas tácticas funcionaron, porque Irak era muy difícil de shockear y en cierta forma esto es profundamente trágico. El shock necesita el elemento sorpresa y los iraquíes no estaban sorprendidos de ser atacados por los Estados Unidos, ni tampoco por ser torturados, porque vivieron largo tiempo bajo la violencia de Sadam”, dice Klein, tildando ésta como una forma posmoderna de terapia de shock.

-Luego de observar tanto el caso chileno, ¿cómo ve al país hoy en día?
-Creo que el gobierno de Bachelet representa más la salida del modelo neoliberal ortodoxo, pero todavía Chile está muy adentro de él. Hay más programas sociales destinados a los más pobres, pero el real legado de los Chicago Boys es una inequidad masiva entre los ricos y los excluidos, y eso es algo que necesita ser corregido.

“La genialidad de los Chicago Boys en Chile fue la parte más tardía del proyecto, porque el comienzo fue un desastre, realmente implosionó el ’82. Muchos perdieron su trabajo, hubo juicios de corrupción, pero lo más creativo fue esta idea de proteger el neoliberalismo de la democracia. O sea puedes votar, pero no puedes afectar estos cambios institucionales que ellos mismos bloquearon antes de irse del poder, lo cual es extraordinario. Chile es excepcional dentro de los otros casos, es el país que ha tenido el período más largo de transición, una transición manejada muy herméticamente”.

-Y es un país donde, por ejemplo, el Tribunal Constitucional prohíbe la distribución de la Píldora del día después y donde un Chicago Boy corre la carrera presidencial…
-Es aterrador. El peligro de un gobierno de centro izquierda que no tiene el coraje de producir cambios reales es que la gente termina cansándose de ellos y sólo busca cambiar las caras que están viendo. Hay un peligro real ahí, porque se crea la idea de que esto es una simple continuación. El problema con esto es que cuando un gobierno de ala derechista llega, ¿quhttp://www.blogger.com/img/gl.link.gifé diferencia hace? Y puede ponerse mucho peor, particularmente en cuanto a derechos civiles.

Por Ana Rodríguez Silva

1968: ¡Todos a las barricadas!

Un pequeño homenaje a 40 años de mañana...,

Una piedra fue lanzada en París y el impacto se oyó alrededor del mundo. En Berlín, Praga, Chicago, Roma, Ciudad de México y Londres, los manifestantes salieron a las calles. Las conexiones entre las sublevaciones mundiales de 1968 y cuál fue su legado.


La noche de Año Nuevo de 1967, Charles de Gaulle, Presidente de Francia, de 78 años de edad, envió su mensaje anual a la nación. "Acojo el año 1968 con serenidad", anunció complacido. "Es imposible ver cómo podría hoy Francia ser paralizada por crisis, como lo ha sido en el pasado".

Sabía poco. Seis meses después, De Gaulle luchaba por su vida política y la capital francesa estaba paralizada tras semanas de levantamientos estudiantiles seguidos por una súbita huelga general. El paso de Francia desde la "serenidad" a la cuasi revolución en las primeras semanas de mayo es el hecho definitorio de 1968, un año cuando la protesta masiva irrumpió a través del planeta.

Estas rebeliones no estuvieron planificadas con anterioridad, ni tampoco compartían una ideología o una meta. La única causa en común era la oposición a la guerra de Estados Unidos en Vietnam, pero sobre todo les movía un anhelo juvenil de rebelarse contra todo lo pasado de moda, rígido y autoritario.

A veces, tuvo un impulso que tomó por sorpresa hasta a los protagonistas. Ese fue el caso en París, que todavía es visto como el más mítico momento prerrevolucionario de ese año tumultuoso, pero también en Ciudad de México, Berlín y Roma. Lo que empezó como una protesta relativamente pequeña y moderada contra una administración universitaria protesta de los jóvenes e impacientes contra los viejos e inflexibles se transformó en un movimiento masivo contra el Gobierno.

En otros países como España, donde aún estaba en el poder el fascista general Franco, y Brasil, donde existía una dictadura militar , las protestas se dirigieron desde el comienzo en contra del Estado. En Varsovia y Praga, los movimientos libertarios se alzaron contra la monolítica ideología comunista de la Unión Soviética.

Y en Estados Unidos, el capitalismo fue el enemigo final y Vietnam el catalizador primero. "No hubo un ‘68’ como dice el mito", afirma el historiador Mark Sandbrook. "Los levantamientos de Chicago fueron diferentes a las protestas de México, las que a su vez diferían de los sucesos de mayo en París. En cada caso, las causas fueron diferentes".

LA JUVENTUD: "ALGO NUEVO"

Y, sin embargo, los manifestantes de cada país tenían mucho en común, incluyendo una adhesión a menudo instintiva a las políticas de izquierda radical, un idealismo que con frecuencia lindaba en la ingenuidad, y una desconfianza hacia todas las formas de autoridad establecidas, incluyendo a los padres, la policía, el sistema educacional y el Gobierno.

Por sobre todo compartían lo que Sandbrook llama "el común espíritu de la rebelión juvenil". Dice que "la juventud fue algo nuevo en los años cincuenta, y para los sesenta había jóvenes que, por primera vez, tenían conciencia generacional". De pronto se definieron a sí mismos "separados, y de hecho en contra, de las creencias y valores de sus padres".

Sandbrook rechaza la idea de que esta brecha generacional fuera extendida. Aun así, los sesenta fueron la década en que la población estudiantil de Estados Unidos y Europa se expandió en forma dramática y, hacia 1968, cuando las palabras juventud y protesta se convirtieron en sinónimos, la diferencia en actitudes entre los jóvenes y sus padres pasó a ser un abismo político y cultural.

"En los cinco años transcurridos desde la aparición de Los Beatles en 1963 hasta los levantamientos de 1968, el empoderamiento económico de una generación se convirtió en una acción política de masas ", dice el historiador de la cultura pop Jon Savage. París fue el lugar donde se unieron de un modo más espectacular la acción política y la fantasía utópica.

Los llamados "enrabiados" franceses fueron emblemáticos. Consistían al inicio en un puñado de activistas estudiantiles, a lo más 25, de la Universidad de Nanterre. Las protestas comenzaron en enero, contra la falta de facilidades en su campus suburbano. El 26 de enero, las autoridades ordenaron a la policía antidisturbios disolver una manifestación relativamente pequeña, y decenas de furiosos y súbitamente politizados estudiantes se unieron a los rebeldes.

El 22 de marzo, solidarizando con cuatro estudiantes arrestados durante una concentración en contra de la guerra de Vietnam en el centro de París, 500 manifestantes asaltaron el edificio de la universidad. De pronto, los "enrabiados" tenían un nombre: el Movimiento 22 de Marzo.

Tenían también un líder, aunque éste rechazaba el título. Su nombre era Daniel Cohn-Bendit, un joven alemán que pronto sería rebautizado como Danny el Rojo por los medios, en referencia tanto al color de su pelo como a sus planteamientos políticos. Su humor y su radicalismo no dogmático hicieron de Cohn-Bendit la antítesis de los sombríos teóricos marxistas.

En abril, tras otra ocupación en Nanterre, el Ministerio de Educación cerró la universidad y ordenó que Cohn-Bendit se presentara ante una comisión disciplinaria el 6 de mayo, en La Sorbona. Entonces, las protestas se volcaron al centro de París, donde la prensa mundial se estaba dando cita para cubrir las inminentes negociaciones de paz para Vietnam.

Los estudiantes se iban convirtiendo en un embarazo para De Gaulle. Envió a la policía a La Sorbona a arrestar a los supuestos cabecillas. Al final fueron arrestados 600 estudiantes y, en un intento desesperado por diluir la situación, sus autoridades ordenaron el cierre de la universidad.

Mientras, la izquierda discutía sobre el significado de las perturbaciones. Pero Cohn-Bendit admitió más tarde que en ese momento "no sabía" en qué iba a terminar todo eso. Terminó casi en revolución. El Gobierno prohibió las manifestaciones el 6 de mayo, pero mil estudiantes acompañaron al siempre sonriente líder a su cita con la comisión disciplinaria en La Sorbona.

En la calle Saint-Jacques las tensiones explotaron y la policía cargó contra los estudiantes, dejando a varios inconscientes. Los estudiantes contraatacaron volcando autos, levantando barricadas y arrancando adoquines de la calle como munición. La batalla se prolongó por varias horas.

Mientras las noticias sobre el levantamiento se expandían, llegaron jóvenes desde todos los puntos de París a apoyar a los estudiantes. Al anochecer, los cócteles molotov iluminaban las calles. Más de 600 manifestantes fueron heridos sólo ese día y casi 300 policías. Los disturbios continuaron por otra semana. Las imágenes fueron emitidas a todo el mundo.

"EL MUNDO ENTERO ESTÁ MIRANDO"

Algo más había pasado en las calles de París. Grupos de animados ciudadanos se reunían alrededor de las barricadas, para conversar, discutir, organizar y agitar a los estudiantes.

Las dos principales escuelas de arte parisinas se unieron para crear el Atelier Populaire (Taller Popular), produciendo cientos de imágenes en silk-screen en lo que algunos consideran la más impresionante expresión de arte gráfico político nunca lograda.

A través de París se mostraba un afiche con la cara de De Gaulle y las palabras "Sé joven y cállate". En las paredes, los graffitis proclamaban una nueva poesía de protesta. "Sé realista, exige lo imposible", decía uno. "Bajo los adoquines está la playa", decía otro. Un tercero resumía la euforia de los manifestantes y el estupor del establishment: "La revolución es increíble porque es real".

Pocas semanas después, Cohn-Bendit recibía una orden de deportación y se convertía en figura revolucionaria internacional. El catalizador de su fama fue la televisión. En 1968, dos innovaciones tecnológicas transformaron los noticiarios nocturnos: el uso del videotape, barato y reutilizable, en lugar del celuloide; y las emisiones de los hechos del día, con las que imágenes de la rebelión, a menudo sin editar, eran diseminadas por el mundo casi al momento.

Los estudiantes de Berkeley y Columbia celebraban las barricadas de París ante las pantallas de TV, mientras los franceses se entusiasmaban con las grandes manifestaciones contra la guerra. "Fuimos la primera generación televisiva", dijo más tarde Cohn-Bendit.

"Un grupo revolucionario moderno va a la televisión, no a la fábrica", señaló el fallecido Abbie Hoffman, uno de los grandes agitadores políticos de 1968, que ayudó a provocar la sangrienta batalla entre los manifestantes contra la guerra y la policía durante la convención presidencial demócrata de Chicago. Mientras la policía los atacaba, los manifestantes cantaban: "El mundo entero está mirando".

Y, por primera vez, era verdad. Vietnam se convirtió en la primera guerra que llegó a las pantallas de los hogares de Estados Unidos, y las imágenes eran tan crudas y viscerales como diluidas y controladas son hoy día.

EL MUNDO SE ENCIENDE

El movimiento contra la guerra comenzó en los campus universitarios de Estados Unidos. Tomó como ejemplo a la campaña por los derechos civiles encabezada por Martin Luther King y muchos de sus principales activistas crecieron protestando contra la segregación racial en el sur.

"Lo primero que aprendías en el movimiento por los derechos civiles era que el enemigo era el miedo, y que superarlo era el propósito mismo de la lucha", dice Tom Hayden, uno de los más prominentes activistas contra la guerra. Mientras escalaba la cifra de bajas en Vietnam, el movimiento contra la guerra crecía en fuerza y autoridad.

En 1965, los Estudiantes para una Sociedad Democrática (SDS) organizaron en Washington una marcha por la paz que reunió a 20 mil personas. En 1967 se realizaron más de 70 protestas antibélicas en los campus universitarios, sólo en octubre y noviembre. Para la primavera del hemisferio norte de 1968, unas 30 universidades al mes estaban protestando y el movimiento contra la guerra se había trasladado a las calles y, de Estados Unidos, al mundo.

En abril de 1968 se registraron disturbios altamente organizados en Berlín, tras el intento de asesinato del líder de izquierda Rudi Dutscke. En Varsovia, el Gobierno cerró ocho facultades y encarceló a casi mil estudiantes después de protestas contra la censura estatal. En Italia, la Universidad de Roma fue cerrada durante dos semanas tras violentas manifestaciones contra la brutalidad policíaca.

En España, los estudiantes marcharon contra el régimen fascista de Franco, que cerró la Universidad de Madrid durante un mes. En Brasil, tres manifestantes fueron muertos cuando marchaban contra la Junta Militar. Hasta "la somnolienta ciudad de Londres", como la llamó más tarde Mick Jagger, tuvo su protesta violenta, el 17 de marzo, ante la Embajada de Estados Unidos. Pero los llamados "disturbios de Grosvenor Square" fueron sólo una tormenta en una muy inglesa taza de té.

LOS YIPPIES Y LA BATALLA DE CHICAGO

Mientras Gran Bretaña hervía a fuego lento, Estados Unidos entraba en furia. El 4 de abril, Martin Luther King era asesinado por un francotirador en Memphis. Su muerte choqueó a un Estados Unidos ya traumatizado y provocó dos noches de disturbios en varias ciudades.

Se movilizó a la Guardia Nacional y en Chicago el siniestro alcalde Daley ordenó "disparar a matar". En Washington D.C. fueron muertos 12 negros. Stokeley Carmichael, fundador de los Panteras Negras, milicia del poder negro que postulaba la revolución violenta, dijo: "Ahora que se echaron al doctor King es el momento para terminar con esta mierda de no violencia".

Hubo graves disturbios en California y Nueva York. Un año después del llamado "verano de amor", el país se encaminaba a un verano de violencia y miedo.

Comenzó el 5 de junio con otro asesinato, esta vez del senador demócrata Robert Kennedy, presunto heredero de la Presidencia del país. Una nación traumatizada se preparó para las convenciones presidenciales republicana y demócrata. En Miami, a mediados de agosto, Richard Nixon se convirtió en el candidato republicano y los medios se trasladaron a Chicago para la convención demócrata.

Los activistas contra la guerra planeaban una manifestación que iba a "cerrar la ciudad" durante la convención, pero el alcalde Daley les negó la autorización y sólo llegaron unos cuantos miles de manifestantes. Aparecieron los "Yippies". Dirigidos por Abbie Hoffman y Jerry Rubin, eran quizás el grupo más pequeño pero más efectivo de provocadores políticos que surgió en 1968.

Los Yippies, o Partido Internacional de la Juventud, eran activistas de izquierda surgidos del submundo hippie estadounidense con una visión de la revolución que, como dijo un comentarista, tenía "más de Groucho Marx que de Karl Marx". Pero atraían a las cámaras de televisión. Llegaron a Chicago a protestar y nombraron como candidato a la Presidencia a un cerdo llamado Míster Pigasus.

La policía intervino arrestando a Hoffman, Rubin, al cantante folclórico Phil Ochs y a Míster Pigasus, quien, según denunció Hoffman más tarde, fue interrogado y acusado de desórdenes. Corrió el rumor de que los Yippies habían planeado poner LSD en el agua potable de la ciudad. Al mismo tiempo, tropas soviéticas irrumpieron en Checoslovaquia, poniendo abrupto final a la breve "primavera" de reformas de Praga.

En Chicago, manifestantes que enarbolaban banderas Yippies y del Vietcong se enfrentaron a la policía. Entonces, ante las cámaras de TV, se desató la batalla de Chicago. Duró cinco días y tanta fue la brutalidad policíaca contra los manifestantes, los espectadores y los medios, que la convención demócrata fue interrumpida.

El mundo despertó con imágenes de una violencia policial sin precedentes. La batalla de Chicago se convirtió en una de las líneas divisorias con que Estados Unidos se definió en 1968. En noviembre, Nixon ganó la Presidencia y ordenó la represión final contra el movimiento revolucionario.

EL ESPÍRITU LANGUIDECE

Para entonces, el espíritu de 1968 se había debilitado también en Francia. El 13 de mayo, los sindicatos franceses llamaron a una huelga general por mejores salarios y mejores horarios y condiciones de trabajo. Pareció por un momento que Francia estaba a punto de protagonizar otra revolución pero la improbable alianza de estudiantes y trabajadores fue una ilusión.

"Trabajadores y estudiantes nunca estuvieron unidos", admitió Cohn-Bendit años después. "Los trabajadores querían una reforma radical en las fábricas. Los estudiantes querían un cambio radical en la vida".

Ese idealismo juvenil, sin planificar y mal definido, se desvaneció casi tan rápidamente como floreció. A pesar de todo el fermento revolucionario de mayo del 68, el año terminó con De Gaulle todavía en el poder, Nixon en la Casa Blanca y la guerra de Vietnam escalando más allá de todas las predicciones.

En Praga, la llegada de los tanques rusos en agosto fue quizás la imagen más triste de la revolución juvenil de 1968. ¿O correspondió ella al movimiento estudiantil de México, donde cientos de estudiantes fueron masacrados en octubre por el Batallón Olímpico en la plaza de Tlatelolco?

Cuando, dos semanas más tarde, en los Juegos Olímpicos de México, los atletas estadounidenses Tommie Smith y John Carlos alzaron sus puños en el saludo del Poder Negro, pareció un gesto de desafío. La revolución juvenil de 1968 estaba terminada. En su lugar vinieron formas más oscuras de violencia y terrorismo: las células Baader-Meinhof en Alemania Occidental, las Brigadas Rojas en Italia y el renacimiento del IRA en Irlanda del Norte.

Todas tenían sus raíces en los turbulentos sucesos de 1968. Para los años ochenta, tanto Estados Unidos como Gran Bretaña habían elegido a líderes ultraconservadores. "Estamos arrancando lo que se sembró en los sesenta", tronó Margaret Thatcher en 1982. "Una sociedad donde los viejos valores de la disciplina y la moderación fueron denigrados".

Sin embargo, a 40 años de 1968, el significado y el legado de ese año volátil todavía se discute. Muchos en la derecha siguen viéndolo como el epítome de lo irresponsable, errático y peligroso de los sesenta, mientras otros en la fracturada izquierda todavía llevan luto por 1968 como el último gran momento de la posibilidad revolucionaria.

La verdad se ubica probablemente a medio camino, pero no hay duda de que algo único y potencialmente revolucionario ocurrió en el mundo, algo que sigue configurando al presente en formas no previstas por quienes participaron en las protestas.

Historiadores afirman que 1968 fue el epicentro de un cambio: marcó "el inicio del fin de la guerra fría y el amanecer de un nuevo orden geopolítico". Fue también el comienzo de la protesta moderna y de las muchas luchas que vinieron luego: desde el feminismo hasta la conciencia ecológica.

Cohn-Bendit, el rostro de mayo del 68, es ahora un líder del Partido Verde en el Parlamento Europeo. Pero el espíritu perdura, tal vez en forma mítica, quizá como una persistente sensación de las posibilidades que el activismo de masas tuvo alguna vez.

"Si el 68 no tiene importancia, como asegura la derecha, ¿por qué entonces sigue siendo tan simbólico?... Yo haría énfasis en que hizo tomar conciencia. Era enteramente posible que el pueblo estadounidense hubiera aceptado la guerra de Vietnam, pese a todas sus bajas y sus impuestos, tal como apoyó la guerra de Corea [El 68] cambió la conciencia de Estados Unidos", dice Tom Hayden, uno de los activistas de Chicago.

Eso es quizás, en sí mismo, suficiente legado.

*The Observer
Fuente: www.lanacion.cl

Habitar, participar, pertenecer: acceder a la vivienda: incluirse en la sociedad

domingo, 6 de abril de 2008


Habitar, participar, pertenecer: acceder a la vivienda: incluirse en la sociedad
Autor: Víctor Saúl Pelli(1)

Comentarios de: Claudio Pulgar Pinaud (2) para Revista INVI 2008

El presente libro editado el año 2007 tiene según su autor dos motivaciones centrales, la primera reunir en un solo volumen el contenido de trabajos producidos por el mismo desde los primeros años de la década de los noventa a la fecha de su publicación, alrededor de ideas claves para encarar el problema habitacional de los sectores en situación de pobreza, en el contexto latinoamericano, pero especialmente en el caso de Argentina desde mediados del siglo XX. La segunda motivación tiene que ver con difundir este material más allá del circuito académico, para “complementar aquella forma en cierto modo enclaustrada de las comunicaciones académicas y técnicas con la difusión más abierta, variada e imprevisible que ofrecen los anaqueles comerciales.”

Es importante destacar que el autor no se plantea la compilación de contenidos como una revisión académica e imparcial de las diferentes formas de afrontar el problema de la vivienda y la pobreza, sino como “una exploración encaminada a definir un abordaje desde una determinada postura teórico-ideológica.”

Los capítulos están ordenados temáticamente desde la situación de necesidad hasta la situación de satisfacción, cruzados transversalmente por la temática de la participación. Los dos capítulos de la primera sección titulada “Empezar por las primeras preguntas”, tratan sobre cuál es la naturaleza de la necesidad en el encuadre de situación de lugar y momento. El primer capítulo “La necesidad como basamento técnico y político de la gestión habitacional” es una constatación de que toda elaboración teórica, de acción o de decisión política, sobre la solución habitacional, debe tener su basamento en el conocimiento profundo y constante de las necesidades de las personas, no sólo de las encuestas y estadísticas sino de las personas concretas, con nombres, rostros y diálogo constante.

El segundo capítulo “Los datos de la situación de pobreza y la gestión habitacional” se plantea enfocar el problema habitacional latinoamericano no desde el habitual enfoque de carencia de viviendas, el famoso déficit cuantitativo, sino que entenderlo como un componente de bordes difusos dentro de la situación general de pobreza, tocando temáticas como la carencia de satisfactores, la exclusión y la carencia de cuotas de poder.

La segunda sección titulada “Una cierta concepción de las relaciones”, está integrada por dos capítulos que se dedican a aclarar consignas orientadoras y movilizadoras dentro de una determinada concepción de la sociedad y de sus caminos deseables de evolución hacia una situación de equidad, valoración mutua y crecimiento solidario.

En el capítulo 3 “ La acción social de vivienda como asistencia y redistribución” se exploran algunos aspectos de las acciones de asistencia. Para esto se analiza la situación a partir de supuestos que tienen un prisma ideológico para abordar el tema, tales como: “el que asiste sabe qué es lo que el asistido necesita. Lo que el que asiste transfiere al asistido es lo que éste necesita; el que asiste no considera necesario conocer qué es lo que el asistido piensa que necesita y basa su asistencia en lo que él (el que asiste) considera que el asistido necesita; el que asiste considera que lo que el asistido quiere, o piensa, o dice, que necesita, es lo que efectivamente necesita (actitud condescendiente); el que asiste considera que lo que el asistido necesita se debe determinar en un trabajo conjunto entre ambos, el que asiste y el asistido, con apertura a otros actores, convocados por sus conocimientos, por sus recursos, o por su relación con la situación de necesidad.” Este último supuesto se entiende como lo más próximo a una respuesta acertada.

El cuarto capítulo “La gestión participativa y concertada y sus reglas de juego”, presenta un conjunto de condiciones para asegurar la gestión habitacional participativa, además de exponer un listado de reglas generales, no exhaustivo, pero indicativo de la orientación y de los límites de campo de la tarea participativa.

La sección III “La puja por las palabras claves”, funciona como un paréntesis dedicado a revisar e intentar clarificar algunas nociones fuertemente instaladas en el campo habitacional. En el capítulo 5 trata sobre la Autoconstrucción y sus versiones en los sectores populares de América latina, entendiendo que durante la historia y los distintos países existen dispares formas de concebirlo y entenderlo.

En el capítulo 6 “La casa bella” se exhiben las relaciones entre estética, identidad y poder en torno a la vivienda de interés social. Se afirma el derecho del habitante a ser partícipe directo de la definición de su vivienda, incluyendo la definición estética. Se plantea superar el rol del arquitecto diseñador de firma o para la fotografía de la obra, por uno en que la relación personalizada y horizontal con el habitante enriquezcan el resultado final del trabajo, avanzando en la construcción de equidad en las decisiones sobre calidad de la vivienda, incluyendo en este caso, las expresiones estéticas.

El capítulo 7 se dedica a las llamadas “soluciones alternativas”, referidas al paradigma que comparte las siguientes premisas: metas formuladas en términos de necesidad habitacionales básicas a satisfacer, versus la vivienda terminada o llave en mano; construcción progresiva de la vivienda; participación de los habitantes; concertación-negociación entre actores; intermediación de lucro reducido; distribución de fuentes de aportes. Se hace una crítica a la institucionalización de este paradigma en versiones incompletas (sin seguimientos o apoyos continuados), presentándose como una degradación de la solución habitacional oficial, es decir como un pretexto para entregar viviendas incompletas o mínimas y de baja calidad. Convirtiéndose en un contrasentido de la versión genuina de las “soluciones alternativas”.

La cuarta y última sección “La meta y algunos caminos” está compuesta por tres capítulos, los más propositivos, que se dedican a precisar la meta de acción social en vivienda y a delinear enfoques de abordaje y de acción más compatibles con la naturaleza del problema. El capítulo 8 “La vivienda occidental, urbana y moderna y sus atributos” presenta el universo de las funciones humanas que requieren de la vivienda en nuestra cultura, a través de un conjunto de prestaciones, y la importancia que tienen los requisitos que se les exige cumplir a estas prestaciones.

En el capítulo 9 “Estrategias habitacionales de saturación de soluciones básicas” se desarrollo en torno al eje vivienda estándar mínima “completa” para pocos versus satisfacción gradual de necesidades habitacionales para todos. Entendiendo que no se trata de dos formas de llegar a un mismo tipo de resultado, entre las cuales hay que elegir la mejor, sino de dos formas de llegar a dos tipos diferentes de resultado, que suponen dos elaboraciones diferentes del problema y de su significado en la sociedad.

El último y décimo capítulo “El servicio habitacional para la transición, la apropiación y la permanencia” cuestiona la meta usualmente conocida de “entrega de casas”. Cambia el enfoque de entrega habitual por el de satisfactores habitacionales en el tiempo, cambiando la idea de que el servicio habitacional se cumple al proveer (entregar) el conjunto completo de bienes y servicios que conforman la casa.

Más allá del ordenamiento presentado de los capítulos y secciones, sus partes son bastante autónomas y la articulación entre ellas lo suficientemente flexibles como para que se puede leer en cualquier orden, según las inquietudes de cada lector.

(1)Arquitecto argentino, académico de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional del Nordeste.
(2)Arquitecto chileno, académico del Instituto de la Vivienda, Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile.